viernes, 29 de mayo de 2009
Lá
No sabía lo que hacia, tenía tanta inseguridad que no caía en el en mar, tenía inseguridad hasta de lo que había leído recién. No sabe que hablar en el momento preciso, a veces un poco misántropo, huraño y hasta a veces delicado. Le carga las personas que no aprecia ni aprovechan de buena forma la vida (¿de buena forma?). Tan confuso como un día de niebla, no sabía si estaba en lo correcto. La noche estaba fría, con las manos heladas repasaba las últimas definiciones que se le habían olvidado con el mate caliente, bostezaba y recordaba su madre. Ella, tan preciada como las propias disculpas, tan noble como sus propias manos, su cara de “estoy cansada, pero río”, su pecho tan tranquilizador. Ella era, su madre… todo para él.
Dejó sobre el banco los apuntes, esos apuntes tan pobres de una clase sin ánimo. La chimenea le recordaba su novia, como le cargaba cuando dejaba los sostenes en las manillas de las puertas, como odiaba cuando le preguntaba: ¿Cómo puede gustarte alguien como yo? ¡Y Como le gustaban sus caderas!, como le gustaba pretejerla, su falta de entendimiento sobre algunas materias, sus ataques de rabieta, su nerviosismo, su mirada. La quiere, o por lo menos la quería.
El teléfono, se aleja desganado y contesta
-aló-
- ¿Hermano?
- si… claro ¿Quién más?, mi novia talvez
- Perdón. Sólo quería saber como estabas, el papá te quiere ver, la mamá más.
- Estoy bien…
-(Silencio incomodo)
- Bueno era, para eso… Te quiero hermano.
¿Desde cuando le decía hermano? Y más encima incluido con el te quiero. Su hermana, tan distraída como siempre, tan torpe con los pies, tan matea, tan ella, tan bella, tan única.
Recordaba épocas de colegio, como la generación iba de mal en peor, ser diferente no bastaba, todos eran arrastrados hacia lo mismo y al fin y al cabo eran tan idiotas como él. Tan desinteresados que no les importaba una película, algún cuento, alguna vida ajena a lo que ellos acostumbraban, miedo a lo nuevo, miedo a la vida.
Por Dios, algo estaba pasando, algo le estaba pasando. Tenia que ir a buscar a su novia, la necesitaba, se sentía tan vacío, tan cobarde. La conocía desde que ella quiso conocerlo, según el, ella tenía todo controlado.
Quizás no era el mismo de antes, le había dicho ella, antes de que se fuera a la casa de no se quien, estaba tan perdido que ni siquiera escuchó donde iba. Ha estado 2 meses sin ella. Está perdido, lo sabe bien, algo es algo. Iba a cambiar, a caminar, a salir, a ver la luna, a sentir el viento antes de la lluvia y por supuesto recordar y recuperar a Antonia. Tenía todas las ganas, no sabia cuanto tiempo iba ha terminar este “proceso” pero lo tenia que hacer, se sentía asqueado de tanta “nada”, que nos consume.
Tomo el teléfono, la llamó:
-¿alo?
- mmm... ¿con quién hablo?
- Esteban. Disculpe, ¿está Antonia?
-Sí…claro.
Era el padre, tan frío y desaliñado como siempre (por lo menos con él), y eso no le quita lo gran persona que es, Antonia se parece más a su madre… tan entusiasta y preocupada por los suyos.
-¿Antonia?
- si, soy yo. (Notorio, vaivén)
- Perdóname. ¿Me esperas?
- Sabes que sí.
{…}
¡Y que! me encanta lo cursi. ¡He dicho!
miércoles, 20 de mayo de 2009
Sin más
Cuando sabes que algo verdaderamente raro va a pasar, te retuerces en la noche recordándolo, miles de imágenes aturdidas recorren esa “delicada” cabeza con olor shampoo barato.
Era una de esas noches donde no había luna, los ojos resplandecientes me aturdían y danzaba una felicidad nerviosa. No sabias que hacer, ni tampoco como actuar, eres muy torpe para ese tipo de cosas e incluso torpe para no tropezar con tus mismos pies. Palabras entrecortadas salen de tu boca, ni siquiera te entiendes tu misma. Tienes apenas la edad para comenzar en no creer, y lo único que verdaderamente sabes es que tienes a tu mamá y alguno que otro pensamiento fugaz que hacen poner extraños a personajes. Ni siquiera sabes como contar tus cosas, solo piensas en que no hay palabras como para explicarlo, falta de vocabulario para esos pensamientos y momentos, que no es necesario darles un adorno para darlos a conocer.
Era una de esas noches donde no había luna, los ojos resplandecientes me aturdían y danzaba una felicidad nerviosa. No sabias que hacer, ni tampoco como actuar, eres muy torpe para ese tipo de cosas e incluso torpe para no tropezar con tus mismos pies. Palabras entrecortadas salen de tu boca, ni siquiera te entiendes tu misma. Tienes apenas la edad para comenzar en no creer, y lo único que verdaderamente sabes es que tienes a tu mamá y alguno que otro pensamiento fugaz que hacen poner extraños a personajes. Ni siquiera sabes como contar tus cosas, solo piensas en que no hay palabras como para explicarlo, falta de vocabulario para esos pensamientos y momentos, que no es necesario darles un adorno para darlos a conocer.
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